Divagaciones sobre volumen y tamaño… en la actividad
agropecuaria (parte 3)
La medida del volumen
Para el neoliberalismo -hay tanto en el gobierno,
como en la oposición-, o las compañías multinacionales exportadoras
de granos -que son la misma cosa-, el volumen se mide sólo por el
saldo producido o exportable, en forma global y es un valor absoluto. El debate
se da en forma exclusiva por la cantidad. Allí, asientan sus reales
los defensores de que hay que producir más y más, sin que importe nada,
ni quién, ni cómo, y generar volumen para poder exportar. Si no, no
sirve. Pareciera que sin volumen exportable, el mercado interno no existe, como
si fuese como un desvalor ocuparse de él. Y los argentinos debemos consumir lo
que sobra, lo que no sirve o lo que no podemos vender. Si hay demanda externa,
debemos restringir el consumo y atenderla, allí el volumen se transforma
en la estrella.
Trataremos de encontrar alguna forma de medir el
volumen, porque el hermano del volumen que, como vimos, es el tamaño de las
explotaciones -la tierra-, es fácil de medir. Lo difícil es que se
difunda correctamente, cuánto campo tienen los latifundistas nacionales y
extranjeros. Allí hay poca historia, es un lote tanto por tanto, da tantas
hectáreas; lo difícil, ya que por lo general en Argentina la tierra
está toda medida, es que esté expresada, esa medida, en forma correcta en
los catastro. Por falta de actualización dominial y/o por subdivisión
artificial para eludir el pago de impuestos actuales o a venir,
saber de quién es y cruzar datos con otras explotaciones y sociedades,
para llegar a un número final, con cantidad, nombre y apellido, y darlo a
publicidad, para poder analizar el tamaño de las explotaciones, que tanto tiene
que ver con la soberanía y seguridad alimentaria de la nación, poder
indagar sobre el origen de los fondos, con que se adquiere campo, es casi
tan difícil como escalar el Himalaya.
Pero vayamos desgranado la cosa. Según nuestro
concepto -conviene aclarar-, es sólo nuestra verdad relativa, que
sometemos gustosos al debate. Otra cuestión muy importante que nos gusta
remarcar es no confundir, productividad con volumen. Puede haber una
altísima productividad y no generar un volumen estimado, conforme a lo deseado
o esperado, de acuerdo a la necesidad que fijó el país como piso a
conquistar y viceversa, puede haber volumen hecho con baja productividad.
La productividad tiene que ver con el proceso de producción,
estrictamente y se transforma, una vez cosechado, en rinde. Productividad
es lo que produce una hectárea, si es esa la unidad de medida que
tomamos, y el volumen seria la suma de los rindes de lo producido (con baja
o alta productividad), por todas las hectáreas sembradas del mismo cultivo, o
carne. Podemos construir volúmenes y datos, con infinita cantidad de
combinaciones, para todos los gustos e intereses, depende para lo que se los
necesite o use, desde lo teórico o práctico, para negocios o cálculos: volumen
de lo cosechado en oleaginosas, en cereales, en cultivos industriales,
etc. El gobierno nacional acaba de anunciar cosecha record 105.000.00 de
toneladas (julio 2013) es el volumen total, global de lo cosechado. ¿Es
poco? ¿Es mucho? ¿Está bien medido? Es el debate que se está dando y es lo que
se comunica en forma central tanto desde el oficialismo, que nos interpela
diciendo: “¿crisis agraria?, ¿qué crisis? ¡Miren el volumen!”, como
desde la oposición, donde se encarnizan cuestionando los datos oficiales. Pero
ni los unos, ni los otros, centran en el debate en lo más importante, que son
los productores y consumidores, es decir el pueblo, los trabajadores que deben
ser el eje de valor y medida de todo proceso económico. En el liberalismo
agrario, sólo importa el resultado de la ecuación final, que es la
rentabilidad. Quién lo produce, quién se la queda, qué se produce,
cómo se beneficia al pueblo…, son cuestiones que nunca se ponen sobre la mesa, parecieran
ser discusiones secundarias, ociosas, interesadamente ocultadas y puestas lo
más lejos posible de la difusión pública y del debate político. Y ni que hablar
las cadenas de valor -hoy organizadas gremialmente-, verdaderos artífices y
militantes entusiastas, de esta deformación de mostrar los cuántos, sin rostro,
ni rastro. Y acá una breve referencias sobre las cadenas de valor y sus
organizaciones colaterales (ASAGIR, girasol, MAIZAR, Maíz, ACSOJA , soja, por
citar las más importantes) son las verdaderas difusoras de la acción pro
volumen, gremialistas del cuánto, sin gente, mirando exclusivamente el mercado
externo y sin ningún tipo de contemplación por ningún otro dato. ¿Cuidar la
planta? ¿Ver el mejor suelo? ¿La mejor semilla? ¿La fertilización? etc… No,
todo está orientado a maximizar la producción. La estrella es el producto, no
el productor, ni ningún otro componente de los que hacen al análisis agrario.
En las cadenas de valor sólo se ve el producto… y nada de productores, apenas
lo necesario y para servirlo. Bajo la loable inspiración de mejorar la
producción y obtener mayor productividad, se encubre la tremenda concentración
que este proceso propicia y encierra, y la mirada sólo es hacia afuera,
al mercado externo, se genera para exportar. Para nosotros el
volumen y la productividad es exactamente al revés. Creemos, y está
demostrado, que se pueden obtener excelentes volúmenes con productores de
tamaño adecuado, que no constituyan un peligro -por tamaño y posiciones
dominantes de mercado- a la soberanía y seguridad alimentaria de la nación. Y
que, por el contrario, la generación de volumen, a partir de pocos productores,
o prescindiendo de ellos, encierra el peligro -muy grande-, de construir
verdaderos monopolios que terminan haciendo ineficaz cualquier intento de
mejorar la calidad de vida de la población, vía salario y consumo, ya que la
posición de dominio e integración vertical que se constituye, los lleva a
aumentar constantemente, los precio para maximizar ganancias, con las
consiguientes tensiones inflacionarias que eso acarrea y que repercuten
negativamente en el bolsillo de los consumidores especialmente, en el de los
sectores más humildes y los trabajadores.
Sobre cómo medir
En cuanto al volumen de la cosecha de productos
alimenticios, todos los gobernantes que tienen puesto su corazón en el pueblo,
de verdad, quieren mucha producción, reserva y alimentos baratos. Disponen de
un arsenal de medidas de intervención, para proteger a productores o
consumidores, según haga falta, de acuerdo a la situación específica del
momento, o a su posicionamiento ideológico. Los grandes productores quieren el
volumen justo y necesario para que los alimentos sean caros, para
poder ganar más dinero y que nadie se meta a proteger nada, ni a regular,
ni a intervenir; libertad de mercados, cuanto más absoluta, mejor; más caro los
alimentos, más ganancias para ellos. El equilibrio entre precio y volumen, es
lo que busca cualquier gobierno sensato y popular, para balancear a las partes,
en beneficio del conjunto. Para esto, interviene o regula, según sea necesario
para el bien común, para que haya alimentos suficientes, a precios accesibles y
con productos que cobren justo. Se entiende por qué decimos que el volumen se
lo mide de acuerdo a la silla que cada uno ocupa en la mesa de la sociedad, y
no sólo desde el sector que es parte de un debate más amplio, donde el
chacarero y la chacra mixta son dos auxiliares del pueblo en general, para
ayudar a construir un volumen diversificado, no monopólico, ni
concentrado en pocas manos, y que hacen a la soberanía y seguridad alimentaria
de la nación. Una cosecha de buen volumen de trigo, puede ser harina barata. Una
mala cosecha de trigo, puede significar altos precios para los que lo producen,
encarecimiento para los consumidores e inestabilidad política, para los
gobiernos. Por lo tanto en materia de medida del volumen, lo que para uno es
mucho, para otros puede ser poco, teniendo en cuenta además, la diferencias
entre cultivos industriales y para consumo humano, y la cantidad de tierra
productiva que se le asigna a cada uno, detalle hoy, no menor, que debe
analizarse a futuro con mucha responsabilidad: qué cantidad de tierra se
destina a cada cosa.
La medida, es la necesidad del país, lo que se
necesita es lo que hay que producir, apuntalando primero al consumo interno y
el remanente -ojalá sea lo más posible- para exportar y no al revés. Y esto no
es un detalle accesorio, es central en el diseño de la política agraria. Debe
tomarse como parámetro la productividad media, medida por hectárea, en
condiciones de suelo similar, multiplicada por la cantidad de explotaciones,
producida con la mejor tecnología disponible y sobre la base del sentido
común productivo. Y a partir de allí, hacer los cálculos y sacar las
conclusiones.
Salud y cosechas
Pedro Peretti
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