viernes, 6 de septiembre de 2013

Divagaciones  sobre volumen y tamaño… en la actividad agropecuaria (parte 3)


La medida del volumen


  Para el neoliberalismo -hay tanto en el gobierno, como en la oposición-,  o  las compañías multinacionales exportadoras de granos  -que son la misma cosa-,  el volumen se mide sólo por el saldo producido o exportable, en forma global y es un valor absoluto. El debate se da en forma exclusiva por la cantidad. Allí, asientan sus reales los defensores de que hay que producir más y más, sin que importe nada,  ni  quién, ni cómo, y generar volumen para poder exportar. Si no, no sirve. Pareciera que sin volumen exportable, el mercado interno no existe, como si fuese como un desvalor ocuparse de él. Y los argentinos debemos consumir lo que sobra, lo que no sirve o lo que no podemos vender. Si hay demanda externa, debemos restringir el consumo  y atenderla, allí el volumen se transforma en la estrella.
  Trataremos de encontrar alguna forma de medir el volumen, porque el hermano del volumen que, como vimos, es el tamaño de las explotaciones -la tierra-, es  fácil de medir. Lo difícil es que se difunda correctamente, cuánto campo tienen los latifundistas nacionales y extranjeros. Allí hay poca historia, es un lote tanto por tanto, da tantas hectáreas; lo difícil,  ya que por lo general  en Argentina la tierra está toda medida, es que esté  expresada, esa medida, en forma correcta en los catastro. Por falta de actualización dominial y/o por subdivisión artificial para eludir el pago de impuestos actuales o a venir,   saber de quién es y cruzar datos con otras explotaciones y sociedades, para llegar a un número final, con cantidad, nombre y apellido, y darlo a publicidad, para poder analizar el tamaño de las explotaciones, que tanto tiene que ver con la soberanía y seguridad alimentaria de la nación,  poder indagar sobre el origen de los fondos, con que se adquiere campo,  es casi tan difícil como escalar el Himalaya.
  Pero vayamos desgranado la cosa. Según nuestro concepto -conviene aclarar-, es sólo  nuestra verdad relativa, que sometemos gustosos  al debate. Otra cuestión muy importante que nos gusta remarcar es no confundir, productividad con volumen. Puede haber una altísima productividad y no generar un volumen estimado, conforme a lo deseado o esperado, de acuerdo a la necesidad que  fijó el país como piso a conquistar  y viceversa, puede haber volumen hecho con baja productividad. La productividad  tiene que ver con el proceso de producción, estrictamente y se transforma, una vez cosechado, en  rinde. Productividad es lo que produce una hectárea, si es esa la unidad de medida que tomamos,  y el volumen seria la suma de los rindes de lo producido (con baja o alta productividad), por todas las hectáreas sembradas del mismo cultivo, o carne. Podemos construir volúmenes y datos, con infinita cantidad de combinaciones, para todos los gustos e intereses, depende para lo que se los necesite o use, desde lo teórico o práctico, para negocios o cálculos: volumen de lo cosechado en oleaginosas, en cereales, en cultivos industriales, etc.  El gobierno nacional acaba de anunciar cosecha record 105.000.00 de toneladas (julio 2013) es el volumen total,  global de lo cosechado. ¿Es poco? ¿Es mucho? ¿Está bien medido? Es el debate que se está dando y es lo que se comunica en forma central tanto desde el oficialismo, que nos interpela diciendo: “¿crisis agraria?, ¿qué crisis? ¡Miren el volumen!”,  como desde la oposición, donde se encarnizan cuestionando los datos oficiales. Pero ni los unos, ni los otros, centran en el debate en lo más importante, que son los productores y consumidores, es decir el pueblo, los trabajadores que deben ser el eje de valor y medida de todo proceso económico. En el  liberalismo agrario, sólo importa el resultado de la ecuación final, que es la  rentabilidad. Quién lo produce, quién se la queda, qué  se produce, cómo se beneficia al pueblo…, son cuestiones que nunca se ponen sobre la mesa, parecieran ser discusiones secundarias, ociosas, interesadamente ocultadas y puestas lo más lejos posible de la difusión pública y del debate político. Y ni que hablar las cadenas de valor -hoy organizadas gremialmente-, verdaderos artífices y militantes entusiastas, de esta deformación de mostrar los cuántos, sin rostro, ni rastro.  Y acá una breve referencias sobre las cadenas de valor y sus organizaciones colaterales (ASAGIR, girasol, MAIZAR, Maíz, ACSOJA , soja, por citar las más importantes) son las verdaderas difusoras de la acción pro volumen, gremialistas del cuánto, sin gente, mirando exclusivamente el mercado externo y sin ningún tipo de contemplación por ningún otro dato. ¿Cuidar la planta? ¿Ver el mejor suelo? ¿La mejor semilla? ¿La fertilización? etc… No, todo está orientado a maximizar la producción. La estrella es el producto, no el productor, ni ningún otro componente de los que hacen al análisis agrario. En las cadenas de valor sólo se ve el producto… y nada de productores, apenas lo necesario y para servirlo. Bajo la loable inspiración de mejorar la producción y obtener mayor productividad, se encubre la tremenda concentración que este proceso propicia y  encierra, y la mirada sólo es hacia afuera, al mercado externo, se genera  para exportar. Para nosotros el  volumen y la productividad es exactamente al revés. Creemos, y está demostrado, que se pueden obtener excelentes volúmenes con productores de tamaño adecuado, que no constituyan un peligro -por tamaño y posiciones dominantes de mercado- a la soberanía y seguridad alimentaria de la nación. Y que, por el contrario, la generación de volumen, a partir de pocos productores, o prescindiendo de ellos, encierra el peligro -muy grande-, de construir verdaderos monopolios que terminan  haciendo ineficaz cualquier intento de mejorar la calidad de vida de la población, vía salario y consumo, ya que la posición  de dominio e integración vertical que se constituye, los lleva a aumentar constantemente, los precio para maximizar ganancias, con las consiguientes tensiones inflacionarias que eso acarrea y que repercuten negativamente en el bolsillo de los consumidores especialmente, en el de los sectores más humildes y los trabajadores. 


Sobre cómo medir


  En cuanto al volumen de la cosecha de productos alimenticios, todos los gobernantes que tienen puesto su corazón en el pueblo, de verdad, quieren mucha producción, reserva y alimentos baratos. Disponen de un arsenal de medidas de intervención, para proteger a productores o consumidores, según haga falta, de acuerdo a la situación específica del momento, o a su posicionamiento ideológico. Los grandes productores quieren el  volumen justo y  necesario para que los alimentos sean caros, para poder ganar más dinero  y que nadie se meta a proteger nada, ni a regular, ni a intervenir; libertad de mercados, cuanto más absoluta, mejor; más caro los alimentos, más ganancias para ellos. El equilibrio entre precio y volumen, es lo que busca cualquier gobierno sensato y popular, para balancear a las partes, en beneficio del conjunto. Para esto, interviene o regula, según sea necesario para el bien común, para que haya alimentos suficientes, a precios accesibles y con productos que cobren justo. Se entiende por qué decimos que el volumen se lo mide de acuerdo a la silla que cada uno ocupa en la mesa de la sociedad, y no sólo desde el sector que es parte de un debate más amplio, donde el  chacarero y la chacra mixta son dos auxiliares del pueblo en general, para ayudar a construir un  volumen diversificado, no monopólico, ni concentrado en pocas manos, y que hacen a la soberanía y seguridad alimentaria de la nación. Una cosecha de buen volumen de trigo, puede ser harina barata. Una mala cosecha de trigo, puede significar altos precios para los que lo producen, encarecimiento para los consumidores e inestabilidad política, para los gobiernos. Por lo tanto en materia de medida del volumen, lo que para uno es mucho, para otros puede ser poco, teniendo en cuenta además, la diferencias entre cultivos industriales y para consumo humano, y la cantidad de tierra productiva que se le  asigna a cada uno, detalle hoy, no menor, que debe analizarse a futuro con mucha responsabilidad: qué cantidad de tierra se destina a cada cosa.
  La medida, es la necesidad del país, lo que se necesita es lo que hay que producir, apuntalando primero al consumo interno y el remanente -ojalá sea lo más posible- para exportar y no al revés. Y esto no es un detalle accesorio, es central en el diseño de la política agraria. Debe tomarse como parámetro la productividad media, medida por hectárea, en condiciones de suelo similar, multiplicada por la cantidad de explotaciones, producida con la mejor tecnología disponible  y sobre la base del sentido común productivo. Y a partir de allí, hacer los cálculos y sacar las conclusiones. 


Salud y cosechas
Pedro Peretti

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