martes, 20 de agosto de 2013

Monocultivo en el desarrollo agrario argentino

Dijimos –y lo decimos- que no hay monocultivo bueno y sustentable en el tiempo, aunque genere en forma temporaria buenos números finales y privados. Y los argentinos, si repasamos nuestra historia, veremos que la primera quiebra del monocultivo fue la de la ganadería que terminó con el pacto Roca-Runciman (1932). Por entonces, la agricultura agraria sufría un permanente estancamiento de su producción, una súper explotación de sus chacareros y obreros, en manos de una oligarquía terrateniente que había introducido la agricultura con el sólo objeto de implantar pasturas, para seguir abasteciendo a la ganadería que, como la soja hoy, era casi exclusiva (monocultivo) en la producción.
A los efectos de ilustrar este proceso evolutivo, se pasa revista a las ocho etapas del desarrollo argentino hasta 1955. Difusión del ganado (hasta 1960), las vaquerías (1600-1750), la estancia colonial (1750-1810), el saladero (1810-1850), el ovino (1850-1900), el frigorífico (1900-1920), la agricultura (1920-1940) y la industria liviana (1940)[1]. La ganadería era la principal actividad del campo, hasta que el monocultivo de un solo cliente (Gran Bretaña) dijo basta y fijó las condiciones ominosas para el país del puerto de entrega. ¿Qué pasaría hoy si el sudeste asiático quiere renegociar sus condiciones de compras con una Argentina volcada al monocultivo?
Giberti no analizó en profundidad el rol de la chacra mixta porque no alcanzó a ver el monocultivo de soja. Pero buena parte de la agricultura de principios de siglo hasta entrando los años ’40 era un complemento de la ganadería. “Los estancieros bonaerenses, tocados más de cerca en virtud de su proximidad a los frigoríficos, carecían de personal idóneo y de elementos para trabajar la tierra. Optaron entonces por entregar parcelas de sus estancias en medianía o parcería, o por arrendamientos a inmigrantes sin capital que llegaban en cantidad, atraídos por el vertiginoso desarrollo argentino. Estos inmigrantes se dedicaban a la agricultura sobre dichos campos vírgenes, por períodos breves (tres años, por lo general) para alfalfarlos al fin del lapso convenido, con lo cual lo restituía al propietario potreros de gran receptividad ganadera”[2]. Sigue Geberti explicando en este proceso la concentrada aparición del lino entre las exportaciones agrícolas. Se rompía  el campo virgen con lino y terminaba el contrato sembrándolo con alfalfa y dejando el campo empastado. … que pasa de 72000 hectáreas en 1905/06 a más de 1000000 cinco años después.
Como vimos el proceso del monocultivo es parecido: ahora el rol de los chacareros, lo cumplen los contratistas y el de los frigoríficos, las aceiteras, en lugar de vacas, soja y en vez de Gran Bretaña, es China y el sudeste asiático. Demasiada similitud, para reflexionar acerca de la necesidad imperiosa de diversificar productivamente y desconcentrar económicamente: miles de chacras mixtas, agregando valor en el origen, transformando granos en carnes y carnes en productos elaborados, es el camino irrenunciable de un modelo agrícola nacional y popular, que genera trabajo decente y distribuye riqueza con arraigo.



[1] HORACIO GEBERTI. “El Desarrollo Agrario Argentino”. Ed. Eudeba, 1964.
[2] HORACIO GEBERTI. “El Desarrollo Agrario Argentino”. Ed. Eudeba, 1964. Pág. 31

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